La mayor parte de las personas que han pasado una etapa larga en Ibiza suelen coincidir en que la isla, de alguna forma, despide una magia extraña que les ha empujado a hacer cosas insólitas. Quienes han nacido aquí no suelen ser conscientes de este influjo, hasta que se marchan fuera y regresan al cabo de un tiempo. En Ibiza, los escritores encuentran otro ritmo a la hora de recolocar las palabras, los pintores cambian de estilo, los músicos componen melodías que rompen con su trayectoria y la gente en general se sienta en los acantilados y, de forma espontánea, sin saber muy bien por qué, siembre la costa abrupta de la isla con montones de piedras que forman pequeñas estructuras piramidales. Yo mismo me he encontrado haciéndolo sin darme cuenta. Es un fenómeno extraño cuyo origen nadie conoce y que, al menos que yo sepa, sólo se produce con semejante intensidad en las Pitiüses. Otro misterio más que añadir a una larga lista…