Aunque vaya con prisas, cada vez que subo al Pla de Corona, en la costa noroeste de Ibiza, siento la tentación de bordear el llano, atravesar el pequeño bosque que hay a mitad de recorrido y caminar hasta alcanzar el acantilado de Sa Penya Esbarrada, tal y como se conoce en ibicenco. Hace medio siglo, los hippies que se movían por el norte de la isla bautizaron a este lugar como «las puertas del cielo», nombre que mantiene la pequeña taberna que hay a pocos metros del precipicio. Estos nombres contenporáneos, que transforman lugares como Sa Pedrera de Cala d’Hort en Atlantis, muy pocas veces aciertan. Sin embargo, en este caso, la vista espectacular del mar abierto, de los islotes de Ses Margalides y de los abruptos acantilados de Es Amunts resulta tan sublime que se aproximo a lo celestial.