El tramo de costa que une la playa de Ses Salines con la torre de Ses Portes se encuentra salpicado de pequeños y enigmático recovecos, rodeados de rocas escalonadas y lisas, que forman coquetas y minúsculas playas. Forman parte de las canteras que, en el siglo XVI, alimentaron de piedra arenisca la colosal obra de las murallas de la capital. Cuando los piratas berberiscos asediaban las canteras de los islotes camino de Formentera, que producían monolitos pétreos más duros y resistentes, los obreros sólo podían aprovisionarse en la costa de Ses Salines. Ésta resulta mucho más maleable y en la fortaleza protagoniza sobre todo las esquinas de los baluartes, que requerían unos sillares de ángulos más difíciles. Hace algunos años, un artista anónimo aprovechó uno de los sillares inacabados de esta zona para tallar un conjunto de figuras, que a mí particularmente me recuerdan a los templos balineses. Su trabajo, hoy compone una de las postales más bellas que pueden capturarse en el litoral de Ibiza.