Tengo debilidad por el Museu d’Art Contemporani d’Eivissa, incluso desde antes de que el edificio fuera ampliado y acabara convertido en un maravilloso ejemplo de fusión entre patrimonio histórico y arquitectura contemporánea. Recuerdo que sobre él escribió una crónica el escritor Juan Cruz titulada «El ‘Guggenheim’ de Ibiza», que se publicó el año pasado en El País. Cruz eligió este titular porque así se referían al nuevo museo algunas autoridades de la isla. Sin embargo, pienso que el soberbio diseño del arquitecto Víctor Beltrán, autor del proyecto ibicenco, es radicalmente opuesto al famosísimo museo de Bilbao. Mientras el Guggenheim se percibe como una forma colosal en mitad de la ría, el Museu d’Art Contemporani se mimetiza con los volúmenes de Dalt Vila y pasa prácticamente desapercibido. Es sorprendente que el edificio, pese a haber duplicado su capacidad expositiva, haya crecido sin afectar lo más mínimo a la postal de Dalt Vila que ofrece el baluarte de Sant Joan. Esta imagen lo pone de manifiesto y demuestra que el MACE, precisamente, es el anti Guggenheim y esa, desde un punto de vista arquitectónico, es precisamente su mayor virtud.