Cada vez que asciendo por los callejones de Sa Penya hasta situarme a los pies del baluarte de Santa Llúcia, acabo pensando lo mismo. Sería maravilloso ver este barrio rehabilitado, convertido en el rincón bohemio de la ciudad, con bares, tabernas, locales de miniconciertos, tertulias culturales, tiendas especiales y vida durante todo el año. Pero la situación de Sa Penya, el único barrio auténticamente peatonal de Eivissa, tiene difícil solución. Las drogas conviven con la marginalidad y múltiples familias sin recursos subsisten ocupando casas desvencijadas cuyos propietarios se han perdido en la memoria de los tiempos, tras continuas sucesiones y herencias compartidas. Son tiempos de dificultades y las instituciones públicas no disponen de recursos para emprender proyectos ambiciosos, así que toca seguir esperando. Sin embargo, basta con asomarse al laberinto encalado que se divisa desde el baluarte para sentir que es una pena que Sa Penya no llegue a convertirse en la perla bohemia de Ibiza.